Artículo en La Voz de Galicia. por SANDRA FAGINAS
Mientras veía la entrevista de Évole a Miguel Bosé, mientras veía esa deriva histriónica del personaje, con gestos, caras y expresiones que lo exaltaban como un ser fuera de este mundo, pensé en la abuela pelotari de Miguel. Me acordé de lo que pensaría esa gitana de Almería que para sobrevivir a principios del siglo XX le dio por el frontón vasco. Casi nada. Me acordé de ella porque poco se sabe de su historia y porque desde luego hubiera sido más interesante para los espectadores oírle contar a Miguel, a Miguelito o a Miguelón, como se autodenominó él mismo, quién es. Y Miguel es nieto de esa mujerona, Gracia Lucas Lorente, guapa a rabiar, que decidió forjarse en una pasión que poco iba con su condición de mujer, gitana y andaluza. Se hizo pelotari, emigró a Barcelona y Madrid donde siguió dedicada a su profesión.
Con un físico envidiable y esa belleza natural, un día en la estación de tren de Alsasua se cruzó con el torero Domingo Dominguín y su destino cambió para siempre. Se casó con él y de esa unión tuvo cinco hijos, entre ellos Luis Miguel, padre de Miguel Bosé, y Carmina, madre de Carmina Ordóñez. De la abuela Gracia dicen quienes eran cronistas de la época que consiguió que su marido dejara el toreo y que jamás se achantó ante nada. Todo lo contrario. Siguió jugando a la pelota hasta que pudo y vivió una vida larga con la pena de haber perdido a su hijo mayor. Gracia tenía carácter, fuerza y valentía, tal vez todo ese torerío que dice Miguel que hereda de su padre tenga nombre de mujer. El de la abuela pelotari que a saber lo que pensaría del negacionismo de Bosé.